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Régimen político en el que el soberano se comporta como dueño absoluto y practica una política inspirada en la filosofía de la Ilustración.
1. Reyes Iluminados
Federico II, rey de Prusia (1740-1786), fue el primer monarca en proclamarse discípulo de la Ilustración (→ Aufklärung). Y, en el medio siglo que corresponde a su reinado, los países atrasados, donde el rey es el primer terrateniente, donde los nobles son medianamente ricos y los burgueses pocos en número, ven triunfar estos principios. Catalina II, zarina de 1762 a 1796, Marie-Thérèse (1740-1780) y José II (1780-1790) al frente de los Estados austríacos, Carlos III en Nápoles, luego en España (1759-1788), reivindicarán ser una doctrina similar.
Incluso en los pequeños estados se intentó seguir una política de la misma naturaleza: Pombal en Portugal, el Gran Duque Leopoldo de Habsburgo en Toscana, François du Tillot en Parma, Tanucci en Nápoles, Struensee en Dinamarca, Gustave III en Suecia.
2. Una emancipación controlada
Desde finales de la Edad Media, las monarquías europeas tendieron al absolutismo en el marco de un estado nacional; Luis XIV es un déspota; un rey cristiano, rinde cuenta de su deber como soberano sólo a Dios. En xviiiy siglo, la ideología cambia: los filósofos quieren liberar al hombre, instruirlo, mejorarlo. Al servicio de esta libertad, admiten fuerte poder en los grandes estados (“El pueblo estúpido y bárbaro necesita yugo, aguijón y heno” [Voltaire]). Los déspotas pretenden llevar a cabo el programa de los filósofos. Federico II le dijo a Wolff: “Los filósofos como tú enseñan lo que debería ser, y los reyes están allí solo para ejecutar lo que has diseñado. Los reyes saben ver lo que les puede servir en el sistema y rechazar lo demás; bastaron los halagos hacia los intelectuales franceses para conquistar a estos maestros de la opinión europea (Buffon, Diderot, Grimm, Voltaire). La opinión de los súbditos es menos importante y, según Federico II, «el soberano debe ver, pensar y actuar por toda la comunidad».
3. Mantener un estado fuerte y centralizado
Los déspotas se aprovechan del avance de la idea de Estado: con la educación más extendida, la obediencia y la devoción al Estado se imponen ahora como deber supremo. También, más que los filósofos, tomaron prestados de Luis XIV los métodos de gobierno, de Inglaterra su sistema bancario. Las monarcas siguen xviiiy siglo la lucha contra la aristocracia y las corporaciones; liberan al hombre de los marcos tradicionales para someterlo mejor al Estado. Se proclama la tolerancia religiosa, se controlan las actividades de la Iglesia Romana y se suprimen las órdenes monásticas (en particular, la Compañía de Jesús, enteramente consagrada al Papa, soberano extranjero). Al no establecerse la igualdad social, los privilegios de la nobleza se reducen. Luchamos contra los estados provinciales, los municipios oligárquicos, que representaban tantos privilegios políticos. La centralización, la estandarización de la administración lleva a la unificación de los Estados. Los campesinos son liberados de las comunidades agrícolas, los artesanos de las corporaciones, porque los fisiócratas (→ fisiocracia) han demostrado que la libertad no impide el control, las continuas intervenciones del Estado en la economía, como en la época de Colbert.
4. Reformismo autoritario
Se propagan nuevas culturas; minas, fábricas estatales creadas; la producción nacional, orientada por las necesidades del ejército, está protegida por rigurosas costumbres. Siguiendo el ejemplo de los ingleses, pero no el de su rey, los grandes déspotas crearon un Banco Nacional, gravaron sus billetes y así atrajeron el efectivo de sus súbditos. Conscientes de la teoría demográfica de la época, los déspotas favorecen el aumento del número de sus súbditos (colonización de las provincias pobres con veteranos y extranjeros atraídos por avances para su primer establecimiento). La instrucción se desarrolla en la línea indicada por la Enciclopedia… y por Colbert. Se humaniza la justicia como querían Beccaria, Voltaire, Montesquieu (penas menos severas, abolición de la tortura), pero se extiende la servidumbre, contrariamente a los ideales emancipatorios de la Ilustración. Al final, si los súbditos son más numerosos, más ricos, más felices, si hay menos barreras políticas y sociales a sus ambiciones, el Estado se fortalece: se le obedece mejor; recauda más impuestos y soldados, lo que permite nuevas conquistas.
5. El fracaso del despotismo ilustrado
La aplicación de ciertas teorías de los filósofos franceses de xviiiy siglo tuvo así un doble resultado: reforzamiento de la autoridad del Estado en la persona del soberano y en detrimento de las oligarquías existentes (nobleza, clero, villas, comunidades mercantiles, etc.); acelerar el desarrollo económico y social de los países sujetos a esta modalidad de gobierno. Pero, por una curiosa paradoja, no pudo imponerse en Europa Occidental (Francia e Inglaterra), que sin embargo había sido su cuna ideológica; se enfrentó a las estructuras existentes ya los privilegios adquiridos, cuya resistencia era tanto más eficaz cuanto menos necesaria social y económicamente se sentía. Por el contrario, en los países de la Europa mediterránea, y sobre todo en los de la Europa central y oriental, la ausencia de líderes intelectuales, el aplastante predominio de la población campesina y, por último, el atraso económico, causa y efecto a la vez del cuasi -inexistencia de la burguesía, dejaba plena libertad a los soberanos para llevar el despotismo ilustrado al campo de las realizaciones prácticas.
Situamos el fin del despotismo ilustrado inmediatamente después de 1789: los reyes rechazan el espíritu filosófico, juzgado en parte responsable de la Revolución en Francia; se reconcilian con Roma, con los nobles, contra el enemigo común y, en el siglo siguiente, frente a una opinión pública más exigente, sólo verán la salvación en la reacción más estrecha.
Para obtener más información, consulte el artículo siglo de las Luces.