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Deterioro patológico de las facultades físicas y psicológicas de una persona mayor.
El término senilidad se utiliza en el lenguaje cotidiano para describir, en una persona mayor, un deterioro simultáneo de las facultades físicas y mentales (→ vejez).
1. Causas y síntomas de la senilidad
La senilidad es el resultado de patologías discapacitantes crónicas cuya incidencia aumenta con la edad.
• Condiciones psiquiátricas los más frecuentes son la depresión (de la que la melancolía delirante pseudodemencia es la forma principal) y los delirios.
• Cánceres afectan con mayor frecuencia al colon, recto, estómago, mama, próstata, vejiga y piel.
• Enfermedades degenerativas afectan principalmente al cerebro (enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, → degeneración del sistema nervioso), así como a los huesos y articulaciones (osteoartritis, osteoporosis [raréfaction du tissu osseux]).
• Enfermedades vasculares los más frecuentes son insuficiencia cardíaca coronaria, infarto de miocardio, arteriopatía de miembros inferiores, insuficiencia cardíaca, arritmia cardíaca (→ arritmia cardíaca), ictus y demencia vascular.
• Alteraciones sensoriales visuales son fundamentalmente cataratas, glaucoma crónico y degeneración de la mácula (pequeña área ubicada en el centro de la retina y donde la agudeza visual es máxima).
• Trastornos del esfínter son incontinencia urinaria y fecal.
2. El diagnóstico de senilidad
El interrogatorio del sujeto y sus familiares permite precisar la naturaleza de los trastornos, la forma en que se iniciaron (brutalmente o no) y la duración de su evolución. Se debe establecer una lista exhaustiva de los medicamentos que se encuentran en los ancianos (y no solo los recetados con prescripción médica): son frecuentes las patologías por ingesta excesiva de determinados medicamentos. Es imprescindible una valoración de las condiciones de vida del sujeto: vivienda insalubre, mudanza reciente, cese de las ayudas habituales o modificación del entorno familiar (fallecimiento del cónyuge), etc.
La exploración clínica debe ser minuciosa y completa, especialmente a nivel cardiovascular, neurológico, urológico y digestivo. Es necesaria una evaluación del funcionamiento cerebral, mediante pruebas sencillas, que se pueden realizar en consulta, estudiando la memoria inmediata del sujeto, su memoria a corto plazo, sus mecanismos de funcionamiento, su capacidad para reproducir una figura geométrica, etc. Si es necesario, se complementa con una evaluación neuropsicológica especializada. Este examen consta de una batería de pruebas que permiten un análisis cualitativo y cuantitativo de las distintas funciones cerebrales (memoria inmediata, memoria autobiográfica, capacidades de análisis, síntesis y clasificación, exploración visioespacial, etc.). Debe ser sistemático cuando el sujeto se queja de trastornos de la memoria, se encuentra desorientado en el espacio o el tiempo o cuando presenta un síndrome depresivo u otros trastornos psiquiátricos: delirio de persecución, trastornos del comportamiento, etc. La elección de exámenes adicionales depende de las hipótesis de diagnóstico.
3. Prevención de la senilidad
Todo el progreso terapéutico y la implementación de campañas de sensibilización pública deberían permitir reducir aún más el número de sujetos que padecen enfermedades responsables de la senilidad en las próximas décadas.